viernes, 20 de julio de 2012

"El pecho" de Philip Roth







Cuando Philip Milton Roth publicó “El Pecho”  tenía 39 años y  era un escritor reconocido. Con su primera novela Goodbye, Columbus and Five Short Stories (1959) gano ese prestigio y el National Book Award, Le siguieron Letting Go (1962), When She Was Good (1967), Portnoy’s Complaint (1969), que fue el best seller del año para el New York Times y Our Gang (1971), y en 1972 llegar al texto que nos ocupa.

En el pecho el autor trata temas tan ambiciosos como la sexualidad, la familia, el trabajo y la Orweliana psicosis del gran hermano, que la cultura americana transformó en las teorías conspirativas. Todo eso en únicamente 93 paginas. Cabe destacar el papel secundario y casi humillante que tiene la mujer en el libro, quizás achacable a la época en que fue escrita.

El marketing literario relaciona este libro con la obra maestra de Kafka “La metamorfosis” y mientras que uno es eso, una obra maestra donde la transformación en una cucaracha tiene sentido con más de una lectura, y te llegas a creer que tal cosa es posible, y es más a identificarte con Gregorio Samsa convertido en insecto.
En “El pecho” la transformación es tan arbitraria y poco justificada que el libro no cambiaría gran cosa si se titulara “El pie”. Por otro lado la descripción del pecho, tan solo se sustenta en que tiene un pezón, por lo demás también podría llamarse el balón de rugby. Eso si, rememora la gran película de Woody Allen “todo lo que usted quería saber de sexo y no se atrevió a preguntar” curiosamente también de 1972.
El libro es ambicioso en su planteamiento y el escritor es sobradamente capaz, sin embargo naufraga sin contemplaciones. Desde mi punto de vista, el libro es un error del editor que en lugar de devolvérselo al escritor para que lo acabara, lo saco nublado de las ventas aseguradas debido al nombre del autor.



El restaurante “GUMBO” se localiza en una de esas zonas de Madrid que se debate entre la historia y la modernidad, A destacar que en las proximidades se localiza la casa de Luigi Boccherini, gran compositor italiano.

El local tiene un ambiente agradable, aunque quizás eso se debió a que no había demasiada gente, ya que las mesas están demasiado próximas lo que me hace temer que cuando se llene puede ser bastante ruidoso. En cuanto a la comida, exquisitos los tomates verdes fritos y como postre el pastel de zanahoria. La carne que comí no llego a entusiasmarme debido a la gran cantidad de especias utilizadas, perfectamente pude comerme un pescado y NO lo habría notado.