Cuando Philip Milton
Roth publicó “El Pecho” tenía 39 años y era un escritor reconocido. Con su primera novela
Goodbye, Columbus and Five Short Stories (1959) gano ese prestigio y
el National Book Award, Le siguieron Letting Go (1962), When She
Was Good (1967), Portnoy’s Complaint (1969), que fue el best
seller del año para el New York Times y Our Gang (1971), y en 1972 llegar
al texto que nos ocupa.
En el pecho el autor
trata temas tan ambiciosos como la sexualidad, la familia, el trabajo y la Orweliana
psicosis del gran hermano, que la cultura americana transformó en las teorías
conspirativas. Todo eso en únicamente 93 paginas. Cabe destacar el papel
secundario y casi humillante que tiene la mujer en el libro, quizás achacable a
la época en que fue escrita.
El marketing literario
relaciona este libro con la obra maestra de Kafka “La metamorfosis” y mientras
que uno es eso, una obra maestra donde la transformación en una cucaracha tiene
sentido con más de una lectura, y te llegas a creer que tal cosa es posible, y
es más a identificarte con Gregorio Samsa convertido en insecto.
En “El pecho” la transformación
es tan arbitraria y poco justificada que el libro no cambiaría gran cosa si se
titulara “El pie”. Por otro lado la descripción del pecho, tan solo se sustenta
en que tiene un pezón, por lo demás también podría llamarse el balón de rugby. Eso
si, rememora la gran película de Woody Allen “todo lo que usted quería saber de
sexo y no se atrevió a preguntar” curiosamente también de 1972.
El libro es ambicioso en
su planteamiento y el escritor es sobradamente capaz, sin embargo naufraga sin
contemplaciones. Desde mi punto de vista, el libro es un error del editor que
en lugar de devolvérselo al escritor para que lo acabara, lo saco nublado de
las ventas aseguradas debido al nombre del autor.
El restaurante “GUMBO” se
localiza en una de esas zonas de Madrid que se debate entre la historia y la modernidad,
A destacar que en las proximidades se localiza la casa de Luigi Boccherini, gran compositor italiano.
El local tiene un
ambiente agradable, aunque quizás eso se debió a que no había demasiada gente,
ya que las mesas están demasiado próximas lo que me hace temer que cuando se
llene puede ser bastante ruidoso. En cuanto a la comida, exquisitos los tomates
verdes fritos y como postre el pastel de zanahoria. La carne que comí no llego
a entusiasmarme debido a la gran cantidad de especias utilizadas, perfectamente
pude comerme un pescado y NO lo habría notado.